(I)
Pendejos
Entre una y otra cosa
se nos pasan las oportunidades,
pasan desapercibidas cosas hermosas
por no prestar atención a los detalles.
¡Mira qué si nos quejamos!
Del calor, del frío, de la lluvia, del sol,
que la sombrilla en casa dejamos
y nos quemamos o nos empapa el chaparrón.
Estamos siempre prestos a quejarnos;
vivimos con pereza o con apuro;
nos da de todo despertarnos
y llegamos tarde al “cole” o al “laburo”.
Hacemos un pasatiempo de la queja
y buscamos que nos sigan la corriente,
pero antes te quejabas de tu vieja
cuando le buscaba conversa a otra gente.
Cual cerdos encerrados con tanto quejido
vamos día a día, ¡y que viviendo la vida!,
escasos de apreciación, sin contenido
y con el alma casi podrida.
Yo me quejo
y tú también.
¡Vaya si somos pendejos!
que nos perdemos de pasarla bien.
(II)
Adorados
Una tormenta hecha persona
se avecina sin pronóstico, sin aviso;
de esas que a cualquiera apasiona
y entra de lleno, sin pedir perdón ni permiso.
Estaré completamente expuesto,
vulnerable ante el embate de su llegada.
No habrá oportunidad de pedir tiempo,
ni chance para una eventual retirada.
Tendrá todo lo necesario y suficiente
para no tener un pretexto, una excusa
válida para esgrimir ante la gente
que “diga” que de mí se aprovecha y abusa.
Voz, cara, cuerpo, dentadura, aliento,
moral, educación, inteligencia, modales,
bondad, ternura, empatía, sentimientos,
emprendimiento y ganas de superarse.
Todo bueno, fabricado justo a la medida,
con sus detalles únicos, no comparables,
como todo ser humano en esta vida
destinado para a alguien alegría darle.
Con su luz alumbrará mi camino
y me ayudará a forjar un futuro brillante,
pues si así lo quiso el destino
creceremos juntos como las parejas de antes.
Y yo que siempre fui un soñador
podré ver mi sueño materializado,
viviendo a plenitud del amor
de mi esposa, hijos y nietos adorados.
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