6/24/2014

Nueva publicación 24/06/2014 "Esa madrugada"

"Esa madrugada"

Ninguno de los dos sabía cuánto avanzarían en lo que iniciaron, en tiempo, en espacio, como personas, como amigos, como amantes... como nada.

Ella distante de su hogar y él nacido en el mismo suelo que hoy pisan. Escogieron la misma universidad para hacer sus estudios superiores; el destino los puso como piezas de ajedrez en un tablero de parchís.

Un comentario de su amiga de cuarto y un volante verde limón en el centro de copiado donde él trabajaba en las tardes hicieron toda la tarea. Llegado el día del evento, se cruzaron en la cocina. Hubo risas, galanterías, pasapalos, tragos, baile, gritos, bromas, juegos, flirteos, cuentos; todo aquello que hay en una fiesta de jóvenes estudiantes.

Pasaron horas en su diálogo y todo los tomó por sorpresa; tempestivamente convergieron sus carencias y sus excesos en un instante, en el que sus pieles fueron intérpretes absolutos de tonos de voz y lenguaje corporal, pensamientos hechos palabras que construyeron una pista de aterrizaje y despegue en una zona neutral, la alternancia de idas y venidas, de días, de tardes, de noches. Todo por culpa de esa única madrugada de cinco años atrás.

A diferencia de aquella, esta sería la última vez, no concienzuda, no negociada, no avizorada. La moral de ambos, ya no era un grito en sus oídos, ya no era un enredo de sus lenguas, ya no era un nudo en la garganta, ya era un dolor en el pecho, ya no eran mariposas en el estómago, ya no era temblar de sus piernas, ya no era un traspiés al andar, ya era el cáncer de sus vidas.

Ambos querían devolver el tiempo en un sonar de dedos pero, ella los tenía ocupados en contar repetidamente las veces que le venía siendo carnalmente infiel; mientras él, devoto del verdadero amor, los usaba para contar los días que faltaban para el regreso de su verdadero amor.

Estando desnudos en la cama, la despedida que venían evitando comentar se hizo llegar:

―¿Sabes? El saberse traicionado no se siente nada bien. Esta vez cruzamos la línea en nuestro juego de "la mejor mentira".

Ella guardó un silencio sepulcral; él entendió que esta vez no fue un juego sino una confesión. Se envalentonó para decir lo propio pero el timbre del apartamento sonó y entonces el encargado de hacer mutis debió ser él.



6/03/2014

Nueva publicación 03/06/2014 "Esa noche"

"Esa noche"

Tantas veces que tocó el tema en conversaciones con familiares, charlas con mejores amigos, reuniones con conocidos cercanos, terceros en el subte o en la parada del bus y, ninguno acertó en su apuesta. La incertidumbre, la duda, el temor, todos disipados con el esperado desenlace de esa noche.


Escogió un lugar público, estratégicamente ubicado: cerca de un centro asistencial de calidad por si la impresión de su mensaje le causaba algún efecto que desequilibrase su salud física, al aire libre para tener controlada la claustrofobia que le afectaba y que nadie más podía saber, iluminado artificialmente de tal manera que no había diferencia con la luz del sol que entraba por las ventanas del piso que compartieron por cinco años "interrumpidos", lo suficientemente alejado del rápido tráfico automotor de la ciudad por si era necesario salir corriendo alegando locura o alivio.

Nada de presentes, tarjetas adornadas, restaurantes ostentosos con violinistas, mensajes en pantalla gigante, multitudes sorprendidas, ojos vendados, frases trilladas como "es un secreto", "es una sorpresa", "lo descubrirás cuando lleguemos". Sólo bastó un simple y para nada entusiasta: ―Tenemos que hablar.

El sobresalto, la congoja, el desespero; el cómo evitarlos le resultó imposible, hasta que entendió que debía sincerarse y, entonces alcanzó a decirse en soliloquio: ―Es imperativo que lo sepa.

A sabiendas de lo que pasaría, usaron sus mejores galas, modesta y perfectamente destacados ante cualquier ser de exigentes gustos.

Una vez que el cielo pudo bajar, ambos se tocaron, esas palmas que una vez fueron amalgama de hielo previo al primer beso y hoy sólo complementan sus aislados cuerpos. "El que pega primero pega dos veces" y para ellos la pelea empezó apenas sus roles se invirtieron.

La caballerosidad y el servicio que distinguieron a uno del otro, esas cualidades innatas que se reforzaron con el pasar de los espacios de tiempo robados a ojos ajenos, siguieron vigentes hasta en las postrimerías del combate.

Un dejo de nervios los invade y la fría brisa de la noche los ayuda a simular que ambos tienen el control del espacio del round final.

De súbito, como acto reflejo, se detienen en el centro del concurrido parque, mientras la música de fondo hace que mimos deleiten a familias enteras con sus ocurrencias,  magos arrancan aplausos de la multitud con increíbles encantos y trucos, padres llevan exhaustos a duras penas los coches y bicicletas de sus soñolientos hijos, varias parejas trotan uno al lado del otro y muchas otras se abrazan y besan; sin el menor indicio de saber o notar lo que pasa a su alrededor, el giro de sus cuerpos coincide con la separación de sus calientes manos, posados frente a frente, a escasos centímetros de distancia ambos suspiran para agarrar suficiente aliento, quizás el último, lo que van a decir y a escuchar los hará libres y les quitará el peso que han cargado por más de un lustro sobre sus hombros.

Abren sus bocas...

Por un segundo de infinita duración en apariencia, toma ella la delantera pronunciando sin reparo: ―¡Amo a otro hombre! ―mientras la voz gutural de él se solapa diciendo: ―¡Tengo sida!