(I)
Al primer intento
Entras a tu antojo;
no das ni un saludo de cortesía,
vestida de diosa en prístino rojo
a la sangre haciendo alegoría.
Te desplazas por el suelo sin roce
en tu andar sigiloso y seguro,
te postras en el sofá para que gocen
mis ojos de ti y tus encantos ocultos.
Como por arte de magia la fusión
de las telas del mueble con tu vestimenta;
comienzo, a detalle de ti, mi apreciación
mientras tu cabello se libera, se suelta.
Tu mirada de hielo, fija, precisa, directa,
apunta hacia mí desafiante,
espero pronuncies la palabra correcta
para salir de tu efecto hipnotizante.
Oigo, pero no sé si es mi imaginación,
un eco en nuestra confinada habitación;
veo que modulas con sobrada decisión:
— ¡Ven! — Y salgo de mi abstracción.
Impávido, reduzco nuestra distancia,
se acelera más mi corazón ya agitado,
serán satisfechas mis ansias
y el anhelo de estar a tu lado.
Siento, escucho, huelo:
tu calor, tu respiración, tu aliento.
Veo y pruebo
tus hermosos labios al primer intento.
(II)
S. B.
Hay alergias y alegrías,
hay gimnasia y magnesia,
hay Mairas y Marías,
hay sapiencia y hay paciencia.
Sí, a simple vista iguales, lo mismo.
pero no, son diferentes.
Confusión de un reflejo, un espejismo,
todos y cada uno en la mente de la gente.
Eso es lo divertido y grato de este mundo,
que ninguno es idéntico al otro,
aunque a veces a algunos confundo
por la similitud de su físico y sus rostros.
Después toca corregir,
pedir disculpas y excusarnos,
por a destiempo advertir
que no es la persona que pensamos.
Y mira que sí duele al ciegamente caer
en la triste y lamentable resulta
de que el que buena persona parecía ser
es un soberano hijo de las tres mil putas.
No se lleve de la imagen, de la apariencia,
pues van por ahí tejiendo y tendiendo la red;
es su naturaleza el actuar a conveniencia
buscando siempre a alguien a quien joder.
