6/03/2014

Nueva publicación 03/06/2014 "Esa noche"

"Esa noche"

Tantas veces que tocó el tema en conversaciones con familiares, charlas con mejores amigos, reuniones con conocidos cercanos, terceros en el subte o en la parada del bus y, ninguno acertó en su apuesta. La incertidumbre, la duda, el temor, todos disipados con el esperado desenlace de esa noche.


Escogió un lugar público, estratégicamente ubicado: cerca de un centro asistencial de calidad por si la impresión de su mensaje le causaba algún efecto que desequilibrase su salud física, al aire libre para tener controlada la claustrofobia que le afectaba y que nadie más podía saber, iluminado artificialmente de tal manera que no había diferencia con la luz del sol que entraba por las ventanas del piso que compartieron por cinco años "interrumpidos", lo suficientemente alejado del rápido tráfico automotor de la ciudad por si era necesario salir corriendo alegando locura o alivio.

Nada de presentes, tarjetas adornadas, restaurantes ostentosos con violinistas, mensajes en pantalla gigante, multitudes sorprendidas, ojos vendados, frases trilladas como "es un secreto", "es una sorpresa", "lo descubrirás cuando lleguemos". Sólo bastó un simple y para nada entusiasta: ―Tenemos que hablar.

El sobresalto, la congoja, el desespero; el cómo evitarlos le resultó imposible, hasta que entendió que debía sincerarse y, entonces alcanzó a decirse en soliloquio: ―Es imperativo que lo sepa.

A sabiendas de lo que pasaría, usaron sus mejores galas, modesta y perfectamente destacados ante cualquier ser de exigentes gustos.

Una vez que el cielo pudo bajar, ambos se tocaron, esas palmas que una vez fueron amalgama de hielo previo al primer beso y hoy sólo complementan sus aislados cuerpos. "El que pega primero pega dos veces" y para ellos la pelea empezó apenas sus roles se invirtieron.

La caballerosidad y el servicio que distinguieron a uno del otro, esas cualidades innatas que se reforzaron con el pasar de los espacios de tiempo robados a ojos ajenos, siguieron vigentes hasta en las postrimerías del combate.

Un dejo de nervios los invade y la fría brisa de la noche los ayuda a simular que ambos tienen el control del espacio del round final.

De súbito, como acto reflejo, se detienen en el centro del concurrido parque, mientras la música de fondo hace que mimos deleiten a familias enteras con sus ocurrencias,  magos arrancan aplausos de la multitud con increíbles encantos y trucos, padres llevan exhaustos a duras penas los coches y bicicletas de sus soñolientos hijos, varias parejas trotan uno al lado del otro y muchas otras se abrazan y besan; sin el menor indicio de saber o notar lo que pasa a su alrededor, el giro de sus cuerpos coincide con la separación de sus calientes manos, posados frente a frente, a escasos centímetros de distancia ambos suspiran para agarrar suficiente aliento, quizás el último, lo que van a decir y a escuchar los hará libres y les quitará el peso que han cargado por más de un lustro sobre sus hombros.

Abren sus bocas...

Por un segundo de infinita duración en apariencia, toma ella la delantera pronunciando sin reparo: ―¡Amo a otro hombre! ―mientras la voz gutural de él se solapa diciendo: ―¡Tengo sida!



No hay comentarios:

Publicar un comentario