(I)
Ojalá
Ojalá hubieses cumplido tu palabra,
ojalá hubieses honrado tu juramento,
ojalá hubieses abandonado la gabarra
que cargabas con tus antiguos tormentos.
Mas decidiste seguir montada en ella,
te negaste a dejar atrás todo lo ocurrido,
te negaste a brillar como las estrellas,
te negaste a cruzar el mar en vez del rio.
Qué triste ver el resultado,
qué triste no haberte dejado ayudar,
qué triste tu futuro, tu presente, tu pasado,
ya resignada a lo que sin duda va a pasar.
No me queda más que alejarme ahora,
irme en busca de lo que no aceptaste,
irme en busca de lo que cualquiera añora,
irme muy lejos de ti y cuanto antes.
Ojalá me busques y no me encuentres,
ojalá no me recuerdes nunca más,
ojalá que me olvides eternamente,
ojalá que en tu alma reine la paz.
Hay gente que va por la vida sin rumbo,
como si hubiesen perdido las ganas, la fe.
Insisten en lo mismo, dando tumbos
y siempre le preguntan a Dios el porqué.
Pero Dios nunca los abandona,
así como tampoco a mí, ni a ti;
siempre se presenta en tercera persona
y nos da la luz para seguir y seguir.
A título personal, he tropezado,
no una, sino muchísimas veces
y en todas me he levantado,
he limpiado mis ropas y alzado mi frente.
He hecho caso omiso de las burlas,
de los desplantes y las humillaciones;
y jamás le he echado a alguien la culpa
por las consecuencias de mis decisiones.
Me quedé con todo lo aprendido
de las lecciones que me ha dado la vida,
por eso estoy más que convencido
de que mi destino será el que yo decida.
Y si un día, ya completamente realizado,
alguien me preguntase por la verdad
de cómo hice de la felicidad mi legado,
le diré: —¡Perseverancia! Solo eso, no más.
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