(I)
“Lumbre”
Mis ganas, mis recuerdos, mi pasado,
mis deseos cuando niño, mis anhelos,
mis fantasías, mis sueños frustrados,
mi vida, mi cuerpo, yacen en mi desvelo.
Ir y venir de pensamientos incoherentes,
imágenes y palabras sin alguna conexión,
exhausto del día a día, de tanta gente
que está, pero no se prestan a la adición.
Todo lo veo así, en escala de grises,
solo conozco de extremos e infinitos,
colores primarios, otros tonos y matices
de mi paleta, al parecer, han proscrito.
No me interesa saber si esta noche
será la misma de los últimos nueve meses
porque en la mañana seré aquel fantoche
que creyó que lo superaría tantas veces.
Cuando aparezca el primer rayito de sol
y mis ojos respondan como de costumbre,
le pediré al mayor enemigo de Dios
que me lleve hasta su reino de lumbre.
(II)
“La que la da”
Tu brillo
no es una cualidad supernatural,
es algo si se quiere sencillo,
pero que te hace ser especial.
Eso es al menos para mí
que soy de muy poca tolerancia
frente a tantas damas que conocí
en mis ya pasadas andanzas.
No emito juicios de ellas
por sus acciones ni su comportamiento,
solo resalto que eres la única estrella
que, entre tantas, brilla en el firmamento.
Todo por ser como eres:
auténtica, genuina, natural, transparente,
generosa, resuelta ante los menesteres,
colaboradora, caritativa y muy inteligente.
Con muy buen sentido del humor, paciencia,
ganas de mejorar el mundo, afán de lucha,
entrega, pasión, dedicación, amor por las ciencias,
capacidad de análisis y facultad de buena escucha.
Estas, entre decenas de virtudes más,
quizás sean cientos, miles, ¡millones!
Lo importante es que siempre estás
en la mente de la gente y sus corazones.
Hablo a nombre de ellos por la fortuna,
de conocerte y contar con tu amistad.
Repito: entre tantas eres solo una,
pero eres la mejor... “la que la da”.
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