12/10/2018

Nuevas publicaciones 11/12/2018 (I) “Selección simple” y (II) “Longevos”


(I)


Selección simple


No era el cielo, pero vi las nubes.
No era la playa, pero me supo a sal.
No era de arena, pero tampoco de cal.
No era conocida, pero sé que ahí estuve.

Un tiempo, un espacio, una persona.
Mejor no pude ubicarme
y al momento justo sentarme
antes de caer en la lona.

Que me hizo daño, es cierto.
Que logré reponerme, también.
Que mis latidos fueron de cero a cien
cuando ya me daban por muerto.

Y así fue una y otra y otra vez.
Aquel giro de trescientos sesenta grados.
Daba siempre por sentado
que me tendría de vuelta a sus pies.

La certeza, lo seguro, la confianza,
la convicción, lo garantizado, lo fijo,
así siempre lo dijo
de mí, una condena sin derecho a fianza.

Se sabía el final.
No había que esperar otro desenlace.
Bien acertada la frase
de que «al que hace mal, le va mal».




(II)


Longevos


Quién iba a pensar que escribiría
nuestra declaración de longevidad.
Tarde o temprano el tiempo pasaría
su factura sin fecha de caducidad.

Más kilos de peso y arrugas en la cara,
más celulitis y pliegues en el cuerpo,
antes que salir mejor quedarse en casa 
con tantas quejas y achaques de viejo.

La necesidad de ser tomado en cuenta,
de que eres útil para alguien o algo,
que ya no son veinte ni tampoco treinta
suficientes para que te den un halago.

Hasta que el bendito espejo no te mienta
ni te parezca cruel por ser tan sincero
y veas que la cirugía estética te sienta
justo como anillo al dedo.

Siempre cuidando no rayar en los excesos
porque todavía conservas lo tuyo,
cuando lograbas cautivar con tus besos
no en la flor de tu juventud sino capullo.

Y es tal el amor que nos tenemos, ¡sí!
que nuestras apariencias resultan vanas,
que no va a importarnos así
luzcamos yo calvo y tú con canas.




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