7/03/2018

Nuevas publicaciones 03/07/2018 (I) "Aprecio" y (II) "Cómplice"


(I)


Aprecio


Señales confusas vienen y van,
por todos lados intentan atraparme,
inquieta no sé a dónde escapar
rehuso a toda costa a ellos entregarme.

Ofuscada, emprendo rápido la huida,
consciente de que todos me buscarán,
oculta estaré mientras hallo la salida,
no me dejaré por las buenas agarrar.

Sé que no actué bien y rompí las reglas,
era justo entonces responder así.
Guardé rencores por traiciones previas,
uno tras otro hasta que me defendí.

Innumerables veces lo dejé pasar,
repetida excusa que no era su intención,
a ese punto me dejé engañar 
lamentablemente hasta que terminó.

Abandonar todo lo que tenía
mucho tiempo me llevó decidir;
otra en mi caso no lo haría,
realmente es bueno como rico vivir.

Duchas en baños de burbujas, manjares,
estilistas para mantenerme hermosa,
mimos, detalles, viajes a todos los lugares,
infinitos regalos, inmensos ramos de rosas.

Vivir esa vida tiene un precio
impagable para quien ama tener dueño;
demostrar obligado a alguien el aprecio
desde hoy no me quitará el sueño.




(II)

Cómplice

Aquí en mi lugar, mi templo,
responsable de mis escasas virtudes,
aniquiladora de personales vicisitudes,
tentada, de soslayo, la libertad contemplo.

Detallo el marco que la encuadra:
madera trabajada a mano finamente,
rectángulos perfectos, aparentemente
muy bien trazados con escuadras.

La ventana, con bisagras silenciosas
y cerrojos metálicos opacos, sin brillo,
conforma con la reja un vago “corillo”,
un junte de necesidad imperiosa.

No lo hice yo, no soy la culpable.
Agradezco al constructor, al carpintero,
al proyectista, al arquitecto, al herrero,
al paisajista, por este gesto tan amable.

La facultad de abrir y después cerrar
me confiere un poder oculto, infinito,
que solo yo controlo y limito
sin nadie a mi alrededor siquiera afectar.

He querido matizar esa sensación gigante
minimizando el efecto de la oscuridad,
poniéndola de par en par
y colocando algunos cuantos atenuantes.

Hoy he decidido ubicar un mueble cerca
bastante parecido a un diván
forrado con tela de flamencos que están
con justas ganas de saltar a la alberca.

Mi ukelele me acompaña fiel
en un “break” a compás con la nostalgia,
salen melodiosas notas que como magia
erizan cada célula de mi piel.

Canto que volveré a ser libre, ¡SÍ!
tan pronto como el deber me lo permita,
entonces acudiré a la recurrente cita,
a nuestro cómplice modo de compartir.




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