11/25/2014

Nuevas publicaciones 25/11/2014 (I) "El cuento" y (II) "Uno menos"

(I)


"El cuento"


"Dios me libre de las aguas mansas, que de las bravas me libraré yo". John Locke.


De mis desatinos y escasos aciertos
suelen hablar terceros hambrientos
de mis fracasos en equis momento
despotricando sus viles argumentos.

Mi valioso tiempo jamás invierto
en refutar hechos que sí son ciertos,
por el contrario, sólo me concentro
en hacer el bien, lo justo, lo correcto.

Hoy tomo la mano del "mal aspecto"
y le digo tenga buenos sentimientos, 
que se libere de dudas y tormentos
y se encamine por el carril correcto.

Que deje de querer controlar el gueto
actuando como si fuera un "traqueto"
buscando la aceptación y el respeto
amedrentando a quien está quieto.

Que recuerde la historia del funesto
que no da a la ley fiel cumplimiento, 
que se cree "el duro" del movimiento
y termina caído en el duro pavimento.

Que piense en el terrible sufrimiento
que pasan madres por hijos y nietos,
que no pensaron en algún momento
ser velados en una capilla del centro.

No soy un santo ni lo fui, lo siento,
cometí fallas, de todas me arrepiento,
solo busco que no se repita el cuento
de bala por bala, muerto por muerto.




(II)


"Uno menos"


De los "supongo", "creo", "pero", 
"obviamente", "imagino" y "sé"
solo ha quedado un desespero 
no sosegado con dos tazas de té.

Una charla repetitiva para tal fin
encrespa al otro protagonista, 
con piel coloreada en carmín, 
punto por punto, pasa la revista.

Con perspicacia el interlocutor capta
el mensaje del colorado parlante,
y la voz firme se torna muy alta
a medida que avanza el hablante.

La tensión crece en el airado 
que reclama con vehemencia,
mientras el escucha, calmado,
aboga por su limpia conciencia.

Con cautela mantiene distancia 
del colérico que se pone de pie
y en tono de desafío y amenaza
le fija su índice y medio en la sien.

Como por arte de magia se detiene, 
ira transformada en instinto animal;
sus ojos no verán lo que le viene
pues una fiera se los va a arrancar.

Un grito ensordecedor invade
el reducido espacio mimetizado,
completamente su sangre
las paredes de rojo ha pintado.

El hombre salvaje ataca a la presa
sin ánimo alguno de detenerse,
golpea repetidamente su cabeza
mientras en el suelo se retuerce.

No hay defensa, no hay reacción
del que en el piso muerto reposa
mientras el atacante sigue la acción
y del placer de asesinarle goza.

Un ruido seco lo sorprende
despertándolo de su embeleso,
una imagen que no comprende
le distrae durante el proceso.

En cámara lenta una bala
viaja pulcra en línea recta
hasta impactar en su cara
y los sesos le revienta.

El cazador tarde ha llegado,
una víctima más es sumada,
aunque no salió tal lo acordado
hay uno menos de la manada. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario