4/29/2014

Nuevas publicaciones 29/04/2014 (I) "Una tarde" y (II) "Envidia"

(I)

"Una tarde"

Mágicamente, en una tarde como cualquier otra, en un espacio desconocido por el objeto de su pasión, se enarbola la bandera del querer; un corazón extenso, baldío, ávido de color y calor, atiborrado de puntos y finales y libre de un punto y seguido, se ha encontrado con una descarga de adrenalina que le ha traído un regalo, si bien esperado, no calculado.

Muchísimas veces hizo imágenes y escenarios provistos de paz común, de felicidad compartida, de signos de suma y multiplicación, de mañanas, tardes y noches alternando libertad de soliloquios, medias camas, sensaciones de calidez y pasión desbocada.

Entre hechizos de palabras necias y conjuros de promesas a regañadientes, pedía la mínima cuota de su verdad, digna de nacer en la mirada más transparente que pudo haber percibido en sus tantísimos días despoblados.

Y ahí estaban, juntos, "el apetito y las ganas de comer"; no había forma, modo ni manera de desechar el particular momento. Ver que el sueño de un vagabundo sí se hace realidad en brazos de otro mendigo es muestra fiel de que si se quiere... ¡se puede!

Amén de la coyuntura cronológica del tercer encuentro y la evidente brecha generacional, el consenso apunta al mismo interés; confluyen gestos y ademanes, palpitaciones y suspiros, palabras y expresiones pero, sólo sus mejillas hicieron eco de un chao con aroma de hasta siempre.

Son dos pero el beso nació de "uno"... "tarde pero seguro".




"El que quiere besar busca la boca".


(II)

"Envidia"

Trago grueso de la desconfianza
le invade el cuerpo de malas ideas,
con sus demonios internos pelea
para no dejarse envolver en la farsa.

Se desplaza lento sobre la balanza
equilibrando mitos y leyendas,
sopesando viejas reprimendas
de presentes dudas en acechanza.

Va consciente de que la labranza
fácil no es en el triste oficio
del que obra con maleficio
y en contra de su bonanza.

Aunque a cuentagotas avanza
rezongando de su injusta pena,
sin propia culpa y menos ajena,
hoy le ha tocado la enseñanza
de que en el cuento de la calabaza
prela siempre un limpio corazón 
sobre la belleza del caparazón 
y que la suerte a veces si te alcanza,
que no se vive de añoranzas
ni de los recuerdos más duros
sino construyendo ese futuro
que anhelamos tener con ansias.

Firmemente su andar no descansa,
no voltean ni su cuerpo ni su mente,
equilibrado, centrado hoy se siente
caminando sobre las aguas mansas.

Siempre ha elevado sus alabanzas
a Dios, la Virgen, Ángeles y Santos; 
para molestia de muchos cuantos
de cuidarlo nunca ellos se cansan.




«No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo» Éxodo 20:18.

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