En altas
«... lo tuyo es vanidad
qué pena me da»
Ambiguos conceptos vislumbran
conversaciones inesperadas un día
al que finalmente se acostumbran
dos personas que ayer se querían.
Notificaciones, citaciones, firmas,
papeleo, burocracia, negociación,
pisoteadas o elevadas autoestimas
concurren al cenit de la situación.
Un árbitro y dos representantes
median palabras estudiadas en frío
no se cruzan ni miradas las partes
para ambos es un total desafío.
Y aunque todos saben el desenlace
ninguno aporta su colaboración
para que el proceso rápido pase
hasta el fin amistoso en resolución.
"Mío, tuyo, nuestro, para mí, para ti,
quédatelo, olvídalo, no lo quiero,
no lo pienses, acéptalo, quizás, sí";
no hay retorno, llega el desespero.
Solo sus consensos se necesitan
para finiquito inmediato a su vida;
tarda más rebobinar las videocintas
que registran su tarea compartida.
En buen término ha culminado
el final de un largo matrimonio;
lo que un día ante Dios fue jurado
al otro fue maldito por el demonio.
Sendas rutas ahora transitan,
cada quien va por su lado,
valles y encrucijadas visitan,
nuevas pendientes y acantilados.
Cuando bajas, la velocidad aumenta,
difícilmente puedas detenerte
a examinar y sacar las cuentas
de que en altas nadie es la misma gente.
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