6/09/2015

Nuevas publicaciones 09/06/2015 (I) "Mi temor", (II) "Karma" y (III) "Debes irte".


(I)


"Mi temor"


Mis temores no son infundados, son una condición adquirida como ser humano pensante, a lo real, a lo desconocido, estimulados los sentidos por quien fue y no debió ser, por lo que estuvo en el sitio y momento equivocado.

Mi temor no es al tiempo, es el único enemigo que me ha enfrentado desde que nací, sin medias tintas, sin doble cara, sin fachadas, sin rodeos.

Mi temor es a las distancias, esas que unen, las mismas que separan, que hacen vital a la tecnología para escucharse, mirarse, dejando vanas tantas sensaciones que el cuerpo y el alma demandan.

Mi temor no es a la muerte, oscura, fría, indeseada, amarga y triste, tan mística, innombrable para muchos pero bien sabida por todos, ninguno escapará de su largo brazo, tan legal como la vida misma.

Mi temor es al descuido, a la dejadez, al permitir que las cosas sean como son sin querer buscarle un sentido más amplio, más profundo, más vital y más cónsono con el deseo de hacerlas ser más y mucho mejores.

Mi temor no es a ser pobre, ni tampoco a no ser millonario, porque se viene al mundo desnudo, sin nada, nace uno tan puro y casto como una hoja blanca, que puede servir tanto para escribir una hermosa poesía como para hacer un avión de papel.

Mi temor es a no saber, a ser inculto, a que me sean lo mismo el diccionario y el dinosaurio, a que me sea indiferente el acento en sábana y quiera yo arroparme con la sabana, a que siempre mezcle la gimnasia con la magnesia y que tenga la certeza de que pesa más el kilogramo de plomo que el kilogramo de plumas.

Mis temores no son los tuyos, porque Dios no nos tienta más de lo que podemos soportar (1 Corintios 10:13), y aunque aprender en cabeza ajena es lo que resulta más barato, siempre nos sale mejor esto de que "cada loco con su tema".




(II)


"Karma"


"Prometer, prometer y prometer hasta meter y una vez metido olvidar lo prometido" Cultura popular


Para qué bajar estrellas
si allá arriba se ven más hermosas,
brillantes, únicas, bellas,
cual gota de rocío en pétalo de rosa.

Para qué regalar la luna
si allá arriba es reina de las noches,
fulgurante como ninguna
luz frontal de cualquier coche.

Para qué ofrecer el sol
si allá arriba es el astro rey mayor,
a todos nos regala calor
y a las plantas ayuda a tener color.

Para qué hacer promesas,
para qué ofrecer villas y castillas,
para qué guardar sorpresas
en la espera del que ensillan.

Artimañas, labias, mentiras, charlas,
falacias, embustes, engaños y más
cargan las heridas como balas
en quienes ven caras de única faz.

El karma existe, así que mal no haga,
pues "todo muerto tiene doliente"
y "el que la hace la paga"
al "ojo por ojo y diente por diente".




(III)


"Debes irte"


Crujen las hojas, secas, apiladas,
haciendo las veces de alfombra,
mientras avanza lerda, hipnotizada,
soñolienta, a la par de su sombra.

El camino se encoge uniforme
en armonía con su triste suerte
sin poder sentirse al fin conforme
de que viene segura su muerte.

Su mirada perdida aunque enfocada
divisa la silueta perfecta del objetivo, 
cambia el semblante en su avanzada
diciendo: ―Hasta hoy... ¡yo vivo!

El personaje no dista de la realidad
sin hacer eco de su mítica existencia
punto de referencia sin la vanidad 
de quienes marcan sutil diferencia.

Hizo algo bueno, hizo algo malo,
lo hizo consciente o fue involuntario,
olvidando el orden de los juzgados
por nadar en el sentido contrario.

No hay más camino que acortar,
despierta y se mira frente al espejo,
la realidad hoy le toca afrontar
de la luz oscura hoy es un reflejo.

Desmaquillante, algodones y tijera
como armas letales del pasado,
sepultarán lo triste e infeliz que era
el monstruo que otros habían creado.

Entre cansancio, hambre y resaca,
el cuerpo no le da para mucho,
de su más intimo ser, fuerzas saca
y se dice: ―¡Habla! Yo te escucho.

El monólogo inicia sin demora,
concurren pasado, presente y futuro,
en el mismo lugar, fecha y hora,
se derrumban fachadas y muros.

―Por algo que perdí me he perdido,
mucho desde entonces ha pasado,
y sin querer, me he convertido
en todo lo que siempre había odiado.

Asiente... Fase de aceptación.
Frunce el ceño... Fase de enojo.
Salen lágrimas... Fase de frustración.
Su piel blanca se tiñe de rojo.

Encuentra calma en posición fetal.
El silencio interrumpe su sollozo.
Levanta el rostro y prueba el metal
en sus dientes con gesto morboso.

Saborea el triunfo del renacimiento,
la larva transformada en mariposa.
Por fin, ha llegado el momento:
―Debes irte... ¡Recoge tus cosas!



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