(I)
Escríbeme esta
Siempre le preguntaba gustoso
si quería una de mis poesías,
esperaba su contesta ansioso,
pero nunca me respondía.
Ese era solo uno de tantos
ires y venires de nuestro pacto,
este de mucho menor espanto,
de los más sutiles en tacto.
Pero así iba la cosa,
de pedir y no recibir.
Mientras, versos y prosas
no me cansaba de escribir.
Llegaron a ser tantos poemas
que me atormentaba la idea de parar,
me decía: —“Valga esperar la pena.
Algo bueno el destino me ha de guardar”.
Unos exclusivos, otros a petición,
pocos para ella, muchos más para la esperada;
casi todos inspirados en mi imaginación
y el resto basados en experiencias ya olvidadas.
No fue su culpa y menos la mía
que en la espera me acostumbré a su ausencia.
Una nueva historia escribiría
concluyendo aquella bonita vivencia.
Bastaban tres palabras en una frase
para mantenerme atento y puesto a sus pies
y ya sería previsto el futuro desenlace
al decirme —“¡Escríbeme esta pues!”
Indescifrable
Intuitivamente, ignoro importantes iniciativas.
Incluso, inmiscuyo intereses inexistentes.
Increíbles imágenes instantáneas incentivan
insípidas ilusiones inhibidas internamente.
Imagino invitaciones irreverentes,
indias, ibéricas, inglesas, itálicas,
inhóspitas, inefables, incipientes,
impúdicas, irreales, idílicas.
Irrisorios instantes ilustran
inmensas islas imaginarias.
Intrusivas ideas incrustan
inoperantes intenciones innecesarias.
Intelectualidad inocua increpa instrucciones,
impulsa interacciones inconmensurables,
inicuas, irritantes, ¡ínfimas imitaciones!
Interpretación irreversiblemente indescifrable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario