(I)
Lo que pasa
Un emoji. Otro emoji. Un mensaje. Otro mensaje.
Una llamada. Un —“Hello”. Un —“Aló”.
Un peculiar saludo. Una carcajada en viraje.
Una conversación. Un —“Llegué”. Un —“Adiós”.
Un patrón que se mantiene,
que no hay forma de quebrar
creyendo que es el que más conviene
sin que lo puedan descifrar.
Mira que si nos equivocamos
haciendo tales suposiciones
pues ambos subestimamos
el poder de las averiguaciones.
Un daño colateral, un poco más a terceros,
en menor o mayor tamaño
terminó afectando a los primeros
que no pudimos esquivar los daños.
Siempre todo nos fue complicado
y tienes certeza de que nunca va a cambiar
ni este ni ningún otro escenario
en el que juntos o separados podamos estar.
No creas que es fácil entender esta afirmación
pues va en total contra de mi voluntad
solo me baso en tu confirmación
de que ya no hay nada, ni lo habrá.
Siempre lo niegas diciendo que no lo sabes
cuando no hay sospechas o dudas en contexto,
pero ni en tus ojos ni en tu mente abierta cabe
ni el más minúsculo de mis sentimientos.
Quedan a salvo los instantes que ya pasaron
y que agitadamente disfrutamos,
“ideales” pudiera llamarlos
y queda solo la nostalgia de recordarlos.
A fin de cuentas lo que pasa es que
“todo mal” está, aunque “no pasa nada”,
“o sea sí”, “pero no” está “todo bien”
mientras no nos crucemos la mirada.
(II)
Ojalá
Ya me lo has dicho y hasta insinuado
y yo me hago “el loco”, el desentendido,
“el checoslovaco”, “el duro”, el desinteresado,
“el paisa”, “el Willy”, el distraído.
Y tú ahí, haciendo alharacas, maromas,
acrobacias y piruetas rimbombantes,
a ver si mis sentimientos por ti se asoman
y te corresponden del todo sin defraudarte.
Qué manera tan peculiar de ser querido,
deseado, anhelado y hasta amado,
y por eso pecar de soberbio y presumido,
arrogante, pedante, pendejo y sobrado.
Ojalá entendieras… y yo también
Ojalá lo supieras… y yo también.
Ojalá… ojalá.
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