(I)
Desconocida
Una lucecita
brilla desde lo lejos,
constante, sublime, bendita,
a tu imagen rinde honor y cortejo.
Es potente,
pero no cegadora.
Define a tu cuerpo presente
separándolo del futuro de ahora.
Evoluciona,
se fusiona, se adapta,
se funde en primera persona
mientras de este plano te aparta.
Le perteneces,
te eleva, te sostiene,
aumenta, crece y crece y crece,
y te entregas a sabiendas de lo que viene.
Dispersándose, se esfuman
los traumas, el miedo, la ansiedad.
Sumergida en azul vorágine sin espuma
el contraste de lo nuevo expele tu felicidad.
Profundamente,
en horas de descanso,
respiras fragancias exquisitas inertes
mientras andas con tus lindos pies descalzos.
Corres, paras, saltas.
Frente al espejo de puntillas,
abrazada por los cachorros de tu manta,
abres el pasadizo al planeta de las maravillas.
Esbozas tu sonrisa radiante
cautivando a las constelaciones
creas un hito entre el hoy y el antes
y escribes *tu futuro lleno de bendiciones.
Desconocida,
en el anonimato,
harás que en *él coincidan
la plenitud y el amor en un acto.
(II)
Mentiras
El verdugo de las opiniones ajenas
andaba libre por espacios confinados
sin supeditarse a externas penas
y mucho menos a terrores pasados.
Veía el firmamento sin ponerse de pie,
respiraba el aire más contaminado,
podía despertar con sueños de miel
y acostarse con pesadillas sin fin anunciado.
Su pasatiempo se hizo costumbre
y olvidó lo aburrido de las rutinas.
Su tiempo ardía bajo la lumbre
de un jardín de rosas negras sin espinas.
Hasta que su reino fue cubierto
por un color que nunca había probado.
Abismado, erguido y boquiabierto
sintió que todo en él se había derrumbado.
La enjuta estatua de indestructible aleación
se fragmentó en minúsculas porciones
a razón de los latidos de un congelado corazón
que vivió en letargo por 180 estaciones.
Sabía de la muerte, pero no de su efecto.
Débil, agónico, halló un recuerdo acendrado.
—“Ese instante fue asquerosamente perfecto”,
pensó con certeza y bastante emocionado.
—“¡ARMONÍA!” gritó con todas sus fuerzas
con la última bocanada de aliento.
Acto seguido sin pausa, todas las piezas
se rearmaron e integraron al cien por ciento.
Conoció en cuerpo el fin de la vida
y no despertó para dar testimonio.
Sin testigos de la partida
luz y materia dejaron de ser binomio.
Desdoblados, cuerpo y alma flotaron
y la gravedad hizo su natural efecto.
Ambos a sus destinos llegaron
honrando al octavo mandamiento.
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