“Esa tarde”
Germinó la semilla y creció la planta
que un gigante árbol llegó a ser.
Nació ella y creció, pero no tan alta,
y en 15 primaveras pasó de niña a mujer.
La fortuna de en el campo crecer
y tener un roble de su propiedad.
¡Cuánta dicha ha de merecer
y muchos veranos por disfrutar!
El más sencillo de los placeres
a los 24 aún invadía su ya adulta figura
presenciando en otoño los atardeceres,
al sol y su magistral postura.
Tenía fuerza, agilidad y resistencia,
nada típicos en una delicada dama.
Desafiaba todas las leyes de la ciencia
mientras escalaba velozmente las altas ramas.
Bastó un segundo de invierno, un descuido
y confluyeron tiempo, espacio y persona.
La brisa azotando en un sentido
trajo a la inesperada, a la que no perdona.
Y sopló fuerte elevándola al cielo,
como si de una hoja seca se tratase.
Ahora más cerca, el astro ilumina su pelo.
¡Qué funesto desenlace!
“Y ya no puedo verlo, pero sí sentirlo.
Ese instante de mí no se aparta.
Tengo muchas ganas de revivirlo.
Sí, esa tarde, en lo alto de mi mata”.
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