(I)
¿A qué precio?
Esa idea siempre presente
de que nos guste todo o algo,
y al tenerlo sabes que se siente
como la tranquilidad de un lago.
Poco o mucho a vista del producto
le apostamos a la etiqueta
pagamos y nos damos ese gusto
para seguir y vivir la fiesta.
¡Ajá! ¿Pero qué nos mueve?
¿La satisfacción de tener y lucir bien
o de demostrar que sí se puede?
A fin de cuentas la idea es estar al cien.
Siempre y cuando no haya excesos
ni deudas con los más cercanos,
la idea es no perder los sesos
ni tener rencillas con los hermanos.
Ya perdí "amistades" por dinero
por obrar de buena fe.
¿A qué precio sin ser sincero
pierdes la amistad de alguien fiel?
(II)
La idiotez
«Nunca discutas con un idiota, pues te bajará a su nivel y allí te ganará por experiencia» Mark Twain
Así como admiré a la inteligencia
llegué al deleite de su opuesto,
no por un asunto de decencia
sino de análisis y razonamiento.
Muy somero y desprolijo, claro está
pues en la materia no soy experto,
pero le puedo 100 a 1 apostar
a que los resultados son ciertos.
Empecemos por el plano empírico
con los grupos de trabajo en clase
en donde nunca faltó el cínico
que a costilla de otro ganó el pase.
Continúo mi "estudio" en la disco
donde el ebrio hace su aparición
perdiendo por equis causa el quicio
y es para los presentes la diversión.
En mi recorrido voy al volante
y aparece el conductor impaciente
va haciendo todo mal al instante
e irritando al resto de la gente.
No olvidemos a los que hacen cola
en el concierto, el súper, el banco,
se piensan que son quienes molan
y hacen uso de sus "encantos".
También está el que «nada moja
pero todo empapa» en su actuar,
«esconde la mano y la piedra arroja»
y a otro cualquiera suele culpar.
Y está ese típico sabelotodo
que ya todo hizo, tuvo, probó, vio...
y vivió; sin reparo y con acomodo
se convierte en centro de atención.
Ahora agrupemos a todos estos
y llamémoslos tal y como es,
seamos totalmente honestos,
ejemplos perfectos de la idiotez.
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