(I)
Negro y Dorado
No es más fácil pedir perdón que permiso,
difiero completamente de esa premisa.
Que el respeto vaya desde el cielo al piso,
bien sea veterana o bien sea primeriza.
Todas, sin excepción, merecen el lugar
que como damas han siempre de tener,
con sus sentimientos no se debe jugar
ni sus nobles y frágiles corazones romper.
Por el contrario, merecen ser elevadas
al más alto nivel que se pueda alcanzar,
prestarles atención, mantenerlas cuidadas,
regalarles detalles, sacarlas a pasear.
De vez en cuando tener un gesto peculiar,
algo fuera de lo común, de lo ordinario,
hacerles entender que el camino al altar
lo van transitando poco a poco a diario.
Mostrarles distintos matices de la vida,
aunque todo no siempre será color rosa,
que su opinión será válida cuando se decida
lo muy complicado o la más mínima cosa.
También se le ha de explicar con claridad
todos los pros y contras que implican
tener una relación formal a cabalidad,
es decir, leer en voz alta las letras chicas.
Honestidad, ganas de superación, lealtad,
compañía en las malas y en las buenas,
compromiso, apoyo irrestricto, fidelidad,
falten el techo, la ropa o el pan en la cena.
Que ambas miradas apunten al Norte
y que el Norte siempre sea el destino,
que nada del pasado ya importe
y que construyan juntos un nuevo camino.
"Que el hombre hace a la mujer"
y que "la buena mujer hace al buen hombre",
que sea todo como tiene que ser,
a la voluntad de Dios y a su santo nombre.
(II)
¿Cuántos años?
Esta pregunta es para ti
porque no puede ser para alguien más,
simplemente "para ti"
que siempre estuviste, estás y estarás.
Yo no tengo muy buena memoria.
¡MENTIRA! Es todo lo contrario.
Recuerdo muy bien nuestra historia
en todos y cada uno de sus escenarios.
Este poema no trata solo de una amistad,
ni de un amor imposible que nunca pudo ser,
tampoco de echarte cuentos de verdad
o revelarte cosas que te pude esconder.
“¿Cuántos años?” es la pregunta,
pero antes he de hacer hincapié
que desde aquella nuestra primera junta
siempre nos hemos tratado de "usted".
¡Sí! El respeto ha sido una constante
en este fabuloso trayecto
que empezó siendo estudiantes
en el mejor de los colegios.
No voy a decir el nombre por respeto
a otros futuros lectores de este poema,
aclararé más adelante este efecto
sin caer en ninguna discusión ni dilema.
Siete años que se fácil se escriben,
pero muy difícil de resumir aquí
y mucho más si felizmente se reviven
esos recuerdos de la edad infantil.
Mas uno no solamente nace,
también crece y se desarrolla.
Si las películas tienen desenlace
a esta historia le queda muchísima cola.
Aunque se diga que nunca son buenas,
tuvimos una segunda parte sin peros
ocurrió el reencuentro, pero en Guarenas,
en el Colegio Parroquial Jesús Ma. Marrero.
"¿Cuántos años?" La pregunta repetida,
pero un escenario inigualable,
de ahí los mejores recuerdos de la vida
sin importar con quien de ellos hable.
Sé que lo sabes, pero te lo digo,
cuatro años y muchos otros por sumar;
no perdiste tu signo ni yo el Virgo
y habrían más anécdotas por contar.
Ya bien desarrollados
y con unas ganas infinitas de crecer,
tomamos el mismo camino empedrado
para juntos a las sombras vencer.
Así de fácil como se juntan los sin oficio,
nos tocaba a nosotros como estudiantes,
otras vez reunidos, como al inicio,
pero con un destino INGENIOSO, ¡brillante!
Con distintas masas a velocidad constante,
en la UCV, uno al lado del otro caminamos,
con un pie atrás y otro adelante,
vimos luz y de Ingenieros nos graduamos.
Y seguimos, a veces locos, otras cuerdos,
porque de eso se trata la vida,
de construir bonitos recuerdos
y que otro nos los recuerden por si se nos olvidan.
Cuando se está "grande para la gracia"
no toca otra cosa sino sentar cabeza,
yo seguí en Venezuela y tú allá en Francia,
tú más que casada y yo buscando presa.
Y muchas cosas pasarían
al igual que las fechas notables,
tu aniversario de bodas, mi perpetua soltería,
olvidados cumpleaños, tu faceta como madre.
Y la pregunta de “¿Cuántos años?”
hace mucho dejó de tener lugar entre nos,
porque no solo crecimos en tamaño
sino como seres humanos, hijos de Dios.
Aprovecho la oportunidad para felicitarte
porque eres dueña de un don maravilloso,
esa facultad única de controlarte
ante cualquier escenario tormentoso.
Además quiero resaltar tu inteligencia,
tu sabiduría, tu discernimiento, tu fe,
tantas cosas que salen de tu conciencia
y que tú me enseñaste, y por eso las sé.
Así es cómo te percibo.
Esto es lo que me nació escribirte.
Sin más que agregar me despido...
hasta que vuelva a conseguirte.