(I)
La reina
Dominio absoluto de la escena,
retozan las palabras elocuentes
mientras capta la atención plena,
favorita entre todos los presentes.
Solícita respuesta del público,
la tarea es hecha por quien sabe,
siempre con un espectáculo único,
dominante como en su vuelo el ave.
Recuerda cánticos de admiración,
miles de aplausos y ovaciones,
fantásticas escenas de devoción,
soltando lágrimas entre emociones.
La artista, la diva, la eterna,
siempre admirada, amada, deseada,
donde sea nos mueve las piernas
retumba el suelo con rítmicas pisadas.
Miles que han tratado de tumbarla
fallaron en sus malas intenciones
solo han conseguido posicionarla
largamente en sus propios corazones.
Sigue y seguirá estando a la cabeza
dominando y creando pasiones,
representando alegrías y tristezas
miedos, nostalgias y frustraciones.
Fabulosa e imparable para unos,
solución y consuelo para otros,
la reina música ajena para ninguno
siempre iluminando nuestros rostros.
(II)
Propósito de enmienda
Como regla la perfección,
para otros solo un defecto,
fallas y faltas la excepción
en la búsqueda de lo perfecto.
Que la soberbia y la necedad,
el menosprecio y el egocentrismo,
el individualismo y la desigualdad
desaparezcan con el pesimismo.
Que los errores sean para aprender,
tanto de propios como los ajenos,
sin necesidad de pretender
que ellos lo hagan a uno ser menos.
Que el olvido sea una solución,
y el recuerdo una consecuencia,
no dejar que la situación
nos haga ser víctima ni presa.
Cada huella será un paso,
cada paso dejará huella,
porque de sueños y fracasos
es que han surgido las estrellas.
Con premeditada intención
va este propósito de enmienda
sin hacer alusión
alguna para que se entienda.
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