(I)
“La mejilla”
Ahora le toca a la derecha.
Vamos… ¡golpéala! No pierdas el chance.
Aquí está la otra, ¡aprovecha!
No te detengas en tu mezquino avance.
Si lo hiciste antes, ¿por qué dudas ahora?
Ganas no te faltan, lo sabemos.
Es el momento, es la hora,
de que lo que empezamos… terminemos.
Yo solo pondré la mejilla, con razón;
tú la fuerza bruta, por imposición.
Acaba ya de hacerlo, rompe mi corazón,
una vez más hazme salir perdedor.
No te preocupes que no voy vengarme,
no lo hice antes, mucho menos esta vez.
Soy consciente de lo que va a pasarme
no voy a reaccionar a tu insensatez.
Partiré sin hacer preguntas, sin dar razones,
dejaré atrás lo poco que construimos
tocará poner a la razón sobre las emociones
y avanzar buscando un mejor destino.
(II)
“Primera Cita”
Muy a pesar de lo pasaría, acepté salir.
Era de noche y sabía que llegaría tarde.
La impuntualidad como regla, típico de mí.
¿Qué más da, si a mí no es a quien le arde!
¡Ah! Pero como siempre, rasurado, acicalado,
con elegancia, mi atuendo en combinación,
usando la colonia que más me han elogiado
y zapatos cómodos prestos para la ocasión.
No esperaba captar la atención de cualquiera
sino la de ella, la dueña de mis pensamientos
la única merecedora de mi tiempo de espera
y desconocedora de mis reales sentimientos.
Ideas iban y venían de ese primer encuentro,
del día en que se cruzaran nuestras miradas,
en el que afloraría todo el amor que llevo dentro
por mi bella, mi única y sempiterna enamorada.
Esperaba el desenlace de nuestra historia
esa la que tantas veces escribí en ficción
la que perduraría en nuestras memorias
testimonio fehaciente de nuestra pasión.
Cinco minutos pasados bastaron
para arrancar la página aún no escrita
y que todo lo que había planeado
se fuera al caño, sin nuestra primera cita.
(III)
“Tu gran viaje”
En el bolsillo un toque de incertidumbre
y a cuestas un guacal de confianza
se te hizo fácil repetir como una costumbre
que paso a paso avanza quien no descansa.
Te pedí mucha fe y un poco de paciencia,
hiciste casi todo al pie de la letra
por ende no es coincidencia
que hoy por fin saltes a la palestra.
Con un sencillo abracadabra
te convertiste en estratega,
eliminando dos palabras
y aceptando creer en Dios a ciegas.
Mírate y siéntete dueña, ama y señora
de tu posición, de tu estatus, de tu imagen,
disfruta que todo lo bueno viene ahora
apenas está empezando tu gran viaje.